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Carta del Ministro General para la Santa Pascua 2023

31 Marzo 2023

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Tú, Yahvé, sacaste mi vida del Seol, 
me reanimaste cuando bajaba a la fosa.  
(Sal 30, 4)

 

A todos los Hermanos de la Orden
A las Hermanas Clarisas y Concepcionistas
A los franciscanos y las franciscanas seglares


Estimados Hermanos y Hermanas,

¡El Señor les dé la paz!

En la pintura de la Resurrección de Piero della Francesca, Cristo se alza victorioso sobre la muerte, si observamos bien, podemos detectar una sombra de dolor en la expresión de su rostro. El Señor Crucificado-Resucitado, de hecho, atravesó la vida y la muerte hasta el final, experimentó toda la realidad en su condición de creatura, con sus contradicciones, incluso en los infiernos.

Es aquí donde mi pensamiento se dirige a San Francisco. Al inicio de su conversión, de regreso de una cena con amigos, se queda atrás, se detiene y experimenta una dulzura repentina y desconocida, fruto de una visitación interior del Espíritu (cf.TC 7).
Más adelante, en el encuentro con el leproso, tras el primer instinto de huida por la repugnancia de aquel cuerpo putrefacto, Francisco podrá finalmente abrazarlo y besarlo, experimentando que “lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura de alma y cuerpo” (2Test 3).
¿No será ahora esa fuente interior de dulzura la que le permitió hacer la Pascua primero con el leproso y luego con muchos más? El olor de la limitación y de la muerte lo abrió a la dulzura de la vida nueva: ¡Es Pascua!

El camino está marcado para nosotros, el paso es irreversible.
Celebrar la Pascua significa no apartar la mirada de la realidad humana en sus contradictorios aspectos luminosos y oscuros: el deseo de amar y de generar vida plena junto a las guerras, al sufrimiento de la casa común, los terremotos, a las heridas al diálogo y a la fraternidad entre personas, grupos, naciones, familias, en nuestra misma Iglesia y también en nuestra Fraternidad.
¿Cómo no reconocer la Pascua que irrumpe de estos “submundos”, puesto que la gracia del Resucitado hace nuevas todas las cosas y nos permite permanecer incluso ante el escándalo del mal, que a menudo parece vencer?

En el Centenario de la Regla, alianza de vida, queremos recibir con nuevo entusiasmo la llamada a testimoniar con la vida y la palabra la esperanza del Evangelio en los “infiernos” y en las grietas de luz de este tiempo, difícil de descifrar y siempre amado por Dios.
En Greccio, Francisco volvió a escuchar el Evangelio, pues quería ver con los demás la penuria y la pobreza en la que nació el Hijo de Dios, que se quedó con nosotros en la pequeña apariencia de un pan. El estilo del Evangelio es el de los pequeños y los pobres, libres de la tentación del poder y de la posesión, hechos capaces de construir pacientemente oasis de fraternidad y de esperanza con los demás, donde se aprende a escuchar y a caminar junto a muchos. Este es un camino de Pascua para nosotros hoy, para que el tesoro del Evangelio que vivimos como hermanos y hermanas llene este tiempo plagado de tanta violencia y deseoso de verdadera paz. 

Todo esto se hace posible si reconocemos que vivimos en una época en la que caminamos como “buscadores espirituales”, creyentes en el Crucificado-Resucitado y encendidos por el fuego de la Pascua sobre los caminos del mundo.
Mi felicitación se convierte entonces en una entrega gozosa de algunos pasos de vida:

Con la bendición de San Francisco, les deseo de todo corazón a todos una Pascua de vida en y a través de la realidad de la humanidad de hoy, de la que tantos participamos en distintas partes del mundo.


Hermano y siervo de Ustedes

Fr. Massimo Fusarelli, OFM
Ministro general

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OFM en el mundo Cartas y homilías Ministro General
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