Queridos hermanos y hermanas,
¡Que el Señor les dé la paz!
En este año del centenario de la impresión de las llagas me da mucha alegría el hecho de dirigirme a todos ustedes para desearles un santa Pascua, desde este santuario del monte Aleverna. Este es el lugar donde San Francisco se retiró hace 800 años tras un momento de gran tentación para él y de verdadera lucha espiritual. Sabemos que aquí abrió tres veces el Evangelio, tal como sucedió en los inicios con sus primeros compañeros. Las palabras de la pasión de Cristo siempre venían a él, permitiéndole reconocer la llamada del Espíritu que no cesaba de hacerle oír: seguir al Señor Jesús por el camino de la cruz, por el camino del anonadamiento, por el camino del amor que se entrega hasta el final.
Desde la gran tentación hasta un canto nuevo es el camino hacia el monte Alverna, es el don de esos signos de amor que Francisco acogió misteriosamente en su carne.
El canto nuevo es lo que yo deseo para todos nosotros en esta Pascua del 2024, que aparece de nuevo entre signos de muerte y guerra, pero al mismo tiempo, signos de esperanza y vida. El tiempo de Cuaresma nos ha preparado para celebrar la Pascua del Señor, y deseo que todos la vivan con la mayor alegría y autenticidad posibles.
¡Felices Pascuas a todos!
