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23 de abril, Beato Gil de Asís

El “tercer compañero” de San Francisco

23 Abril 2024

Se sabe que Gil fue el tercer fiel compañero de San Francisco de Asís, después de sus compañeros Bernardo de Quintavalle y Pedro Cattani. Estos dos, ambos de buena posición y cultos, quienes dejaron todo solo una antes que él, para vivir con el Poverello en la zona boscosa de la Porciúncula, en chozas individuales, comiendo sólo pan y aceitunas.
Gil, un hombre sencillo y dócil, sin tener que dejar nada a causa de su pobreza, se unió a los dos amigos el 23 de abril de 1208. En realidad, era un jornalero analfabeto, dueño únicamente de una capa, de la cual se deshizo después de unos pocos días para dársela a un mendigo que encontró en la calle.
Fray Gil cultivó tres pasiones: la itinerancia, la predicación y el trabajo. Las dos primeras estaban relacionadas con su ardiente devoción y amor apostólico, y cuando se presentaba la ocasión trabajaba como jornalero entre los campesinos, proporcionando así alimento a sus hermanos, pero sobre todo cautivando con la autenticidad de su espíritu y atrayendo hacia Dios incluso a los más reacios. 
Aunque era analfabeto, revelaba su sabiduría interior con frases llenas de doctrina seráfica.
Formó parte del primer grupo de hermanos que acompañó a San Francisco a Roma en la primavera del 1209, donde el Papa Inocencio III aprobó verbalmente la primera forma vitæ de los Hermanos Menores.

En 1212-1213, impulsado por un afán de oración y contemplación, Fr. Gil se convirtió en un peregrino penitente, viajando a Santiago de Compostela, a San Miguel de Gargano, a San Nicolás de Bari y luego a Tierra Santa, ganándose el pan con servicios humildes y honestos. Francisco había pedido a sus frailes que predicaran ante todo “con los hechos”, es decir, con su comportamiento, y Gil aplicó al pie de la letra la exhortación de su maestro, superando todos los problemas lingüísticos, anunciando el amor de Dios en Cristo con una predicación hecha de gestos y mímica, con extrema sencillez y eficacia, que asombraba, atraía, a veces provocaba, pero siempre inducía al espectador a comprender el mensaje que el Beato quería transmitir.

Del 1215 al 1219, Gil vivió como eremita en el lugar llamado Favarone, en la llanura de Asís. En octubre de 1226, junto con Fr. Bernardo, estaba junto al moribundo Francisco, quien, al intentar bendecir a Bernardo y debido a su ceguera se equivocó y puso la mano sobre la cabeza de Gil, como para confirmar el amor mutuo que unía a los dos santos frailes.
Fr Gil siguió vagando por la Umbría, destacándose en todas partes por su espíritu de sencillez, desprendimiento y alegre laboriosidad, marcado por la oración y la contemplación, porque – afirmaba con uno de sus aforismos bromistas – “nuestra carne es la madera de donde el diablo hace leña. Quien no sabe rezar, no conoce a Dios”. De hecho, era un místico, famoso por sus frecuentes éxtasis y prodigiosos fenómenos de elevación.
En la memoria de los Hermanos Menores, el Beato Gil es el hermano claro y laborioso, el portador de alegría. Las Florecillas de San Francisco recuerdan su visita al moribundo Fr. Bernardo: «Llegó aquel jerárquico y divino Hermano Gil, el cual, al ver al Hermano Bernardo dijo con gran alegría: “¡Sursum corda, Hermano Bernardo, sursum corda!”».

La vida de Fr. Gil llegó a su ocaso el 23 de abril de 1262 en el convento de Monteripido, cercano a Perusa, sitio en el cual se había retirado en silencio y soledad y donde actualmente se venera su cuerpo, después de haber reposado durante años en la iglesia de San Francisco en Prato.
Llamado Beato por todo el pueblo, su culto fue confirmado por el Sumo Pontífice Pío VI el 4 de julio de 1777.
El Martirologio Romano recuerda su “intrépida fe y maravillosa sencillez”.

Cf. Frati Minori Santi e Beati, a cura di Fr. Silvano Bracci, OFM e Sr. Antonietta Pozzebon, FMSC. Editrice Velar, 2009, pp. 59-60.

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