Fr. Julio César Bunader, ofm
La liturgia de la Palabra nos ofrece dos aspectosde nuestra fe, que considero importantes para nosotros, hoy que damos inicio al encuentro del Definitorio general y los Presidentes de Conferencias. El primero: anunciar el Evangelio, y el segundo: ofrecer la paz de Jesús. 1) Los Hechos de los Apóstoles (Hch 14, 19-28) relata el primer viaje misionero de Pablo, acompañado de Bernabé, en el cual debieron afrontar dificultades, conscientes que “es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (v. 22). En todo momento se dedicaron al “anuncio del evangelio y hacer discípulos” (v. 21). Este es el primer aspecto: predicar el Evangelio; anunciar la palabra (cfr. v.24), la Buena Noticia de Jesús (Hch 8,35). Es decir, proclamar con la vida y las palabras, la fe en la acción de Dios en Jesús (Hch 14, 15-16) y contagiar la alegría de la Resurrección. Pablo y Bernabé difundieron el Evangelio de Jesucristo y se presentan como instrumentos llenos del Espíritu. En función de dicha predicación, las comunidades se organizan a nivel institucional. Por ello “en cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído” (v. 23), para que sean guardianes de los hermanos (cfr. Hch 20,28). Como discípulos se nos pide “sentir fuertemente el hambre y la sed del evangelio que hay en el mundo, especialmente en el corazón y en la carne de los pobres”, para “acercarse a ellos, servirlos, liberarlos de su opresión, y todo esto en el nombre y con el Espíritu de Cristo, porque es Él el Evangelio de Dios” (Papa Francisco, Angelus 24-01-16). 2) El Evangelio de Juan (Jn 14, 27-31)insiste en el segundo aspecto de la paz de Jesús:“Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!” (v. 27). Jesús presenta una alternativa, ofreciendo una paz distinta a como la entiende el mundo. Confiere a la palabra paz un nuevo significado y sentido, porque nos remite a su persona, como lo reconoce el Apóstol Pablo: “él es nuestra paz” (Ef 2,14). Jesús introduce una distinción, entre la paz que él ofrece y la paz del mundo. Porque la paz impuesta por el “príncipe de este mundo” (v. 30) no es auténtica, porque se basa en la violencia, la misma que provocó la muerte de Cristo, y es apariencia, porque esconde divisiones. La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. La Paz de Jesucristo no pretende la imposición de poder, no necesita el conflicto o la guerra. Jesús es abundancia de vida para todos los hombres por igual y con total libertad. Esa paz, ofrecida a todos los hombres, es fruto de la comunión con Dios Trinidad y realiza la comunión entre los hombres. Hermanos, renovemos nuestra hermosa vocación cristiana y franciscana de anunciar el Evangelio de Jesucristoy de ofrecer/hacer la Paz,don del Resucitado y alegría del discípulo (cf. Jn 20,19-23), porque hemos sido llamados y enviados por Dios a evangelizar (cfr. CCGG cap. V). [gallery type="rectangular" link="file" ids="20721,20722,20723,20724,20725,20726"]