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Celebrar el Cántico de las Criaturas 1225-2025

Francisco de Asís está ya casi completamente ciego cuando compone el Cántico de las Criaturas. Sin embargo, con una mirada de fe y rebosante de gratitud, contempla las maravillas de la creación y logra percibir la presencia del Creador que les da sentido. Todas las criaturas, espejos de las perfección divina, son hermanos y hermanas porque son obra y don del mismo Autor. Todas juntas constituyen el coro de la creación, que contempla, alaba y agradece a Dios creador, «aquel gran Limosnero [que] reparte pródigo con piadosa clemencia» y bondad (2 Celano 77). El Cántico es la expresión y confesión conclusiva de la vida del Poverello que resume todo su camino de conformación con Cristo, el Hijo amado. Su fe en la paternidad de Dios se convierte en un canto de alabanza que proclama la fraternidad de todas las criaturas y su belleza. De hecho, «en las cosas bellas contemplaba al que es sumamente Hermoso y, mediante las huellas impresas en las criaturas, buscaba por doquier a su Amado, sirviéndose de todos los seres como de una escala para subir hasta Aquel que es todo deseable» (Leyenda mayor 9, 1).

Celebrar como Familia Franciscana el centenario del Cántico de las criaturas nos lleva a un cambio radical en nuestra relación con la creación, que consiste en sustituir la posesión por el cuidado de nuestra casa común. De hecho, cada uno de nosotros debe responder con sinceridad a estas preguntas: ¿cómo quiero vivir mi relación con las demás criaturas? ¿Como un dominador, que se arroga el derecho de hacer lo que quiera con ellas? ¿Como consumidor de recursos, que ve en ellos una oportunidad para sacar ventajas? ¿O como un hermano, que se detiene ante la creación, admira su belleza y cuida la vida? Estamos ante un reto antropológico y ecológico que determinará nuestro fu- turo, porque está ligado al de nuestra Madre y Hermana Tierra. Se nos invita a todos a proponer nuevamente a la sociedad contemporánea «el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo» (Laudato si’ 11).

La crisis ecológica actual nos revela que «el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos» (Laudato si’ 48). Esta conciencia nos permite comprender que el entorno humano y el natural se conservan y embellecen juntos, de la misma manera. Cuidar la casa común y des- cuidar la casa interior, nuestro corazón, no es el camino correcto: necesitamos una conversión ecológica e integral al mismo tiempo, porque «la crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior» (Laudato si’ 217). De hecho, el último verso del Cántico nos recuerda que sólo quien tiene un corazón libre, capaz de detener la lógica del odio y la venganza a través del perdón, puede convertirse en instrumento de reconciliación y armonía, en profecía de fraternidad, como Francisco, que vive «en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo» (Laudato si’ 10).

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