Los días del 29 de agosto al 1 de septiembre, el Ministro general, Fr. Massimo Fusarelli, pudo visitar a los hermanos que viven en Siria, donde tenemos fraternidades en Damasco, Alepo, el valle del Orontes y Lattakia. En estas casas, los hermanos se dedican a la pastoral parroquial, muy articulada y rica, a la pastoral juvenil y profesional, a la promoción y alfabetización de niños, jóvenes y mujeres a través de proyectos específicos, al apoyo de personas en dificultad con comedores y otro tipo de actividades, a la educación y a la cultura. Todo ello en comunión y colaboración con la Iglesia local y las diversas iglesias y comunidades cristianas de la zona. También ha podido reunirse con el Nuncio Apostólico, card. Mario Zenari, que desde hace 15 años comparte todo con este pueblo.
El Ministro encontró un país herido por 12 años de guerra y finalmente por el terremoto. La situación social, política y económica actual es tan inestable y empobrecida que la posguerra parece más difícil que la época del conflicto. Ha podido experimentar el dolor siempre presente por lo ocurrido, por las numerosas víctimas, los desaparecidos y la incertidumbre del futuro que se convierte en frustración. La primera consecuencia es el deseo de muchos de abandonar el país para asegurar una vida más digna a sus hijos.
Así pudo comprobar por sí mismo que con la guerra, como decía San Pablo VI, todo está perdido. También conoció a personas, jóvenes, que desean permanecer en el país para contribuir a su renacimiento. Por ello, Siria necesita urgentemente opciones políticas adecuadas a nivel internacional, para recuperar la dignidad de un país capaz de autodeterminarse. Sin ello, la paz sigue siendo lejana y el desarrollo del país y de su pueblo una quimera.
Sobre esta visita, Fr. Massimo nos dice:
"Garantizar la presencia de los cristianos en Siria es un objetivo muy importante, porque son parte integrante de su historia y su cultura milenarias. Los hermanos siempre han permanecido cerca de la gente, incluso en los momentos más duros y a costa de su seguridad personal. En los pueblos del Orontes en particular, esta cercanía ha sido muy grande y ha permitido a los cristianos permanecer.
Nuestros hermanos, junto con otros cristianos y muchas realidades internacionales, hacen mucho por aliviar el sufrimiento de este pueblo fuerte y acogedor. La fe sostiene a la gente, como he experimentado rezando con las distintas comunidades. Un signo es también la presencia de vocaciones que enriquecen nuestra fraternidad y precisamente en un contexto tan probado.
Esta realidad nos pide más conciencia y apoyo. La solidaridad que se ha desarrollado hacia Siria y en nuestra Orden es extraordinaria. Los hermanos están muy agradecidos por ello y sienten nuestra cercanía. Siria sigue necesitando hermanos de otras entidades de la Orden que sientan la llamada misionera a compartir aquí la vida y la misión franciscana, en el espíritu del capítulo 12 de la Regla.
Doy gracias al Señor por esta oportunidad de visitar a los hermanos del Líbano y de Siria, para hacerles sentir la cercanía de todos los hermanos de la Orden. Gracias a la Custodia de Tierra Santa, que continúa también su misión de presencia y anuncio del Evangelio allí donde están las raíces de nuestra fe".
