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En opinión de Fray Massimo - Diciembre 2023

Un nuevo encanto

30 Diciembre 2023

La Navidad es tiempo de asombro y renacimiento. 
Francisco, hace 800 años, quiso experimentar la grandeza de este día en Greccio, ver con sus propios ojos la pobreza y las penurias en las que Jesús quiso nacer. Las luces de aquella noche de 1223, las voces de los frailes y de la gente del lugar llegando a la gruta, la fe y el amor de Francisco por el Niño Jesús permiten a todos experimentar el asombro y una fe renovada.

Me detengo ante este encanto de la Navidad y a su luz escucho la alegría de vivir y la vocación de no pocos entre nosotros, y doy gracias al Señor. Es consolador ver cómo tantos hermanos desean vivir el encanto de nuestra forma de vida, incluso bajo nuevas formas. 
Juntos también me detengo a escuchar el cansancio y la desmotivación de bastantes hermanos. 

Algunas señales son el progresivo alejamiento de la vida fraterna, la reducción a la dimensión privada, el encierro en un mundo virtual, la extinción de la oración, incluso a algunas formas de dependencia.
Llevamos en nosotros los signos del cambio de época, del desgarramiento de la sociedad y del individuo, de la transformación de la relación con el mundo religioso. Nos solidarizamos con muchos.

¿Qué podemos hacer? En primer lugar, me parece que tenemos la necesidad hacer una pausa, para disponer de un espacio y un tiempo amplios para la revitalización y el reencantamiento. ¿Por qué no pensar en las Provincias y Custodias y a nivel de Conferencia en tiempos sabáticos, para que los hermanos puedan hacer una pausa en las actividades y lugares ordinarios? En estos espacios podemos aprender a no tener miedo de nuestras vulnerabilidades, incluyendo el desánimo, la apatía y la indiferencia. Podemos aprender a procesar y a no estar sometidos a los muchos cambios que se producen en nosotros y a nuestro alrededor.
Podemos aprender a cuidar mejor nuestra relación personal con el Señor, que nos pide más tiempo y espacio para el silencio, la oración, la lectura y la verificación personal y fraterna. Podemos aprender a escuchar mejor nuestra dimensión emocional, afectiva y relacional.
También podemos detenernos a conocer mejor el tiempo en el que vivimos y en el que estamos llamados a vivir y anunciar el Evangelio, también con nuevas formas de presencia y evangelización.

Ciertamente, el del reencantamiento es un proceso laborioso y nos pide sobre todo superar la tendencia a conformarnos. Pero vale la pena, para relanzar nuestra vida como posibilidad de crecimiento, alegría y madurez humana, cristiana y vocacional. 
El carisma franciscano siempre nos cuestiona, nos provoca, no nos deja en paz.

Que el encanto de la Navidad nos siga enamorando con la maravilla de una vida plena según el Evangelio.

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