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Encontrar esperanza en medio de la pandemia CoVid-19 | Carta del Ministro general a los Hermanos de toda la Orden

27 Noviembre 2020
Queridos Hermanos de la Orden,

en las palabras de nuestro Seráfico padre, ¡Qué el Señor les dé la paz!

Desde hace tiempo he tenido la intención de escribirles una vez más durante este momento particularmente difícil en la vida del mundo, para informarles sobre algunas de las bendiciones y desafíos que enfrentamos como una fraternidad global y para animarnos a todos a continuar en el camino y mantener la fe. He elegido esta fecha, en la cual se conmemora la aprobación por el Papa Honorio III en 1223 de la Regla y Vidadefinitiva (Regula bulata), para hablarles de asuntos urgentes que pesan sobre todos nuestros corazones. En el transcurso de estos últimos meses, he estado en contacto con varios de los Provinciales y Custodios para preguntarles sobre su bienestar, mis queridos hermanos, y para comunicarles palabras de consuelo, solidaridad y esperanza cristiana. El año 2020 será recordado para siempre como un año en el que toda la comunidad humana se puso de rodillas, humillada por el patógeno Sars-CoVid-2 (en adelante, CoVid-19).  Mientras la pandemia sigue devastando las comunidades humanas, dejando en su interior un sufrimiento incalculable, está teniendo otras consecuencias sociales graves. Familias, amigos y hermanos de la Orden han sentido el impacto psicológico y emocional que se produce como resultado de mantener la distancia social, llevar máscaras protectoras y abstenerse de expresar formas físicas de afecto, privándonos de algo tan vital y necesario para la vida humana y comunitaria. La pérdida de empleos y medios de subsistencia también está teniendo un impacto muy negativo en la vida de miles de millones de personas en todas las regiones del mundo. Las personas se ven cada vez más empujadas a la pobreza crónica. Hay una creciente sensación de miedo, incertidumbre, impotencia y desesperanza. Esta pandemia mundial y sus consecuencias colaterales también están teniendo un grave impacto en la vida de todos los frailes de la Orden. Algunos hermanos de la Orden han muerto. Otros han enfermado gravemente y han pasado un tiempo en el hospital. Otros han pasado su tiempo en cuarentena, aislados de sus hermanos de fraternidad. Incluso nuestro trabajo, nuestros compromisos ministeriales en parroquias, escuelas, programas de servicio social, trabajo de retiro, trabajo por la justicia, la paz, y el cuidado de nuestro hogar común han sido seriamente perturbados por la pandemia. Algunos hermanos han compartido conmigo sus episodios de depresión, sentimientos de soledad, su sensación de pérdida de autonomía y de poder sobre sus vidas, e incluso sus sentimientos de ira y una tristeza persistente en sus corazones. Puedo entender estos sentimientos ya que también los he sentido de una manera u otra. Ahora más que nunca, necesitamos inventar nuevas formas para estar juntos, multiplicando los momentos en los que podemos compartir las dificultades y frustraciones que estamos experimentando, incluso respetando las normas de salud pública para el bien común. San Francisco nos recuerda en la Regla y Vida: “Y, dondequiera que estén y se encuentren unos con otros, los hermanos muéstrense mutuamente familiares entre sí. Y manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad, porque, si la madre nutre y ama a su hijo (cf. 1 Tes 2,7) carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno amar y nutrir a su hermano espiritual?” (RB, Cap. 6). La actual crisis sanitaria ha alterado seriamente la forma en que en la Curia General llevamos a cabo nuestro servicio a la fraternidad universal. No he podido visitarlos, queridos hermanos, ni los Definidores han podido acompañar la vida de vuestras entidades de manera que se exprese la proximidad y el “personalismo franciscano”. Este personalismo da un gran valor al encuentro “cara a cara”, a la oración compartida, a las comidas y a la vida en común. Nos hemos visto obligados a realizar nuestros encuentros por medio de Zoom, Skype o algún otro formato electrónico. A pesar de estas limitaciones, se ha hecho todo lo posible para mantener abiertos los canales de comunicación con la esperanza de que podamos animarnos unos a otros a mantener nuestros ojos fijos en el Señor Jesús, a cuidarnos los unos a los otros y a expresar nuestra solidaridad con aquellos que están sufriendo a nuestro alrededor. Otro desafío que enfrentamos como fraternidad tiene que ver con nuestra propia situación financiera. Los ministros me han comunicado que una consecuencia profundamente preocupante del CoVid-19 ha sido una grave reducción de los ingresos, incluso cuando los gastos siguen aumentando. Lo que resulta es un efecto dominó: las fraternidades locales que antes eran autónomas ahora se encuentran pidiendo ayuda financiera; las Provincias y Custodias tienen dificultades para apoyar a los hermanos, y aún más difícil transmitir a la Curia general sus contribuciones de solidaridad. La Curia depende de estas contribuciones para ayudar a sostener las casas dependientes de la Orden, y las necesidades de formación y misión de muchas entidades económicamente más pobres. Además, también dependemos de los ingresos de la Fondazione Opera Antonianum, que se encarga de supervisar las operaciones del hotel Il Cantico y del Auditorio de la Pontificia Universidad Antonianum. La pandemia ha provocado una pérdida de ingresos. La Fondazione no podrá hacer ninguna contribución al presupuesto de la Curia para los años fiscales 2019, 2020 y posiblemente 2021. Ya estamos sintiendo la presión económica. Hermanos, espero que en estos momentos difíciles encuentren más tiempo para concentrarse en lo que realmente es importante para nuestras vidas. Tal cual como nos lo  recuerdan nuestras Constituciones Generales, estamos “obligados a llevar una vida radicalmente evangélica... en espíritu de oración y devoción y en comunión fraterna... dar testimonio de penitencia y minoridad... en la caridad a todos... predicando la reconciliación, la paz y la justicia... y mostrando respeto a la creación” (Art. 1 §2). Esta vida evangélica nos proporciona una base espiritual en tiempos de prueba y sufrimiento. La fraternidad debe ser un oasis de esperanza, el lugar donde sacamos fuerza de la bondad y el cuidado que mostramos los unos hacia los otros. También es importante que nos demos el lujo de cuidarnos a nosotros mismos, incluyendo el ejercicio, la lectura, la oración y el estudio, fortaleciendo nuestros cuerpos, mentes y corazones para mantener el rumbo. Nuestro compromiso de ser hermanos de todo el mundo debería llevarnos a emprender una reflexión más profunda sobre las numerosas fracturas sociales -económicas, políticas, sociales, las diversas formas de crecientes desigualdades, el racismo y otros “ismos” - los otros “virus”- que atentan contra el bien común y el compromiso con la solidaridad mundial. Pidamos una avalancha de conocimiento e intuición para guiar a los científicos, médicos y profesionales de la salud en su búsqueda de vacunas, terapias para reducir las consecuencias de la infección por CoVid-19, y en el cuidado general de los más afectados. Recurramos a la sabiduría de Salomón para nuestros líderes políticos, con la finalidad que puedan buscar el bien común, reconocer las frustraciones y la ira de las personas a las que están llamados a cuidar y servir, y encontrar nuevas formas de acompañar a los más necesitados de asistencia especial. Extendamos nuestras manos y brazos para abrazar a nuestros hermanos y hermanas, en sentido figurado, compartiendo nuestro tiempo y nuestros preciosos recursos con los más necesitados como un claro signo de que todos estamos conectados, todos somos miembros de la única familia de Dios, hermanos y hermanas que viajan juntos por el camino que nos lleva a la plena realización del reino de Dios en el ahora y el más allá. En palabras del Papa Francisco, que la tragedia de la pandemia CoVid-19 ayude a romper “esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades... [para que podamos llegar a] esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos” (¡Fratelli tutti! 32). Al conmemorar a todos los santos de la Orden, oremos para que, con la ayuda de Dios, la intercesión de San Francisco, todos nuestros santos franciscanos y María, Reina de la Orden Franciscana, podamos reavivar nuestro fervor inicial y volver a comprometernos a vivir la Regla y la Vida propuesta por San Francisco y aprobada por el Papa Honorio III. Saquemos fuerza del fiel testimonio de nuestros santos franciscanos, que también experimentaron muchos desafíos, pero que fueron capaces de mantener vivo el amor y la esperanza que habían recibido desde el comienzo de su camino evangélico. Renovemos nuestro compromiso de ser hombres de esperanza, hermanos amorosos entre sí, buscadores de auténtica justicia, paz, promotores de la bondad, la fraternidad y la solidaridad hacia todos los hombres y hacia todo el universo creado. Miremos activamente hacia el Capítulo General de 2021, donde nos reuniremos para reflexionar y abrazar el tema: Renovemos nuestra visión, abracemos nuestro futuro – “Despierta... y Cristo te iluminará con su luz (Ef 5,14)! ¡Dios está aquí! ¡La esperanza está cerca! En conclusión, los invito a rezar conmigo las siguientes palabras de las “Alabanzas del Dios Altísimo” compuestas por San Francisco, confiadas a Fr. León en el monte Alvernia en 1224:
Tú eres belleza, Tú eres  mansedumbre; Tú eres protector, Tú eres custodio y defensor, Tú eres fortaleza, Tú eres refrigerio. ¡Tú eres nuestra esperanza! Tú eres nuestra fe, Tú eres caridad, Tu eres dulzura nuestra, Tú eres nuestra vida eterna: Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador. AMÉN.
  Roma, 29 de Noviembre del 2020 Fiesta de todos los Santos de la Orden Seráfica

Fraternalmente,

Fr. Michael A. Perry, OFM Ministro General y Siervo

 

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    Prot. MG 168/2020
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Cartas y homilías
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