Encuentro de la Familia Franciscana por los refugiados y migrantes del Mediterráneo

Del 10 al 12 de mayo se dio cita en Marrakech (Marruecos) el primer encuentro de la Familia Franciscana al servicio de los migrantes y refugiados en el Mediterráneo, al que asistieron hermanos y hermanas de España, Italia, Turquía, Francia, Marruecos y Grecia. También estuvieron presentes representantes de Franciscans International, de la Secretaría General para las Misiones y la Evangelización (SGME) y de la Oficina General de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC).

El encuentro comenzó el viernes 10 de mayo con la Eucaristía presidida por Fr. Daniel Rodríguez Blanco, OFM, Director de la Oficina General de JPIC. En su homilía, invitó a los presentes a tener la audacia de construir una red franciscana en el Mediterráneo para ser una gota de fraternidad en este inmenso mar.

Fr. Francisco Gómez Vargas, Secretario general para las Misiones y la Evangelización, presentó el objetivo del encuentro, sintetizándolo en el deseo de conocerse, intercambiar experiencias y crear una estructura capaz de articular una respuesta para el Mediterráneo basada en el carisma y la espiritualidad franciscana.

El Ministro general OFM, Fr. Massimo Fusarelli, en su mensaje a los participantes, destacó la belleza y al mismo tiempo la tragedia actual en el Mediterráneo. Pidió a la Familia Franciscana que uniera sus fuerzas para que nadie se sienta solo en su trabajo, sino parte de una fraternidad en el “Mare Nostrum” y que éste no sea, como dijo el Papa Francisco, “un cementerio”, sino un hogar abierto a todos.

Después del discurso de bienvenida, por parte de Fr Jean de Dieu, Custodio de la Custodia Franciscana en Marruecos, se abrió la primera jornada de reflexión con una mirada histórica al Mediterráneo introducida por Fr. Giuseppe Buffon, seguida de los testimonios de migrantes y la exposición de buenas prácticas realizada por la Fundación Jesuita Migra Studium de Barcelona, a través de Margarita García, y Saving Humans Mediterranea, representada por Luca Casarini.

El sábado 11, la Familia Franciscana se reunió en el convento de los Santos Mártires de Marruecos, en la ciudad de Marrakech. Durante la celebración eucarística presidida por Fr. Francisco en su homilía enfatizó la contradicción de la globalización, que tiene más que ver con la economía y no con el tránsito de las personas. La llamada para los franciscanos es “globalizar el amor” y hacer transparente el sueño de Jesús, centrado en la vida y la dignidad de las personas como hijas de Dios.

Se vivió un momento especial al escuchar los proyectos que cada uno de los participantes lleva a cabo localmente. La Familia Franciscana en el Mediterráneo lleva muchos años trabajando con migrantes y refugiados en centros de acogida, asistencia sanitaria, comedores sociales, atención psicológica, asesoramiento jurídico y en materia de migración, centros de escucha, formación profesional, escuelas de idiomas, espacios para la higiene personal y el lavado de ropa.

Blair Matheson, director ejecutivo de Franciscans International, explicó en cambio los programas que llevan a cabo en distintas partes del mundo y la labor de advocacy que realizan en las Naciones Unidas y en las embajadas.

La jornada del 12 de mayo estuvo marcada por la visita del cardenal Cristóbal López Romero, SDB, obispo de Rabat, que presentó muy claramente la identidad y la misión de la Iglesia en Marruecos, “sociológica y teológicamente migrante”, porque la mayoría de los treinta mil católicos de Marruecos son migrantes de al menos cien nacionalidades. Para el cardenal, la migración no es un problema ni una desgracia, pero en muchos lugares no se recibe a los migrantes porque son pobres. Es una Iglesia migrante porque quiere encarnarse y tener un rostro marroquí, que quiere construir el Reino de Dios basándose en los valores de la justicia, la paz, la libertad, la vida, la verdad y, lo más fundamental, el amor. El obispo de Rabat también defendió que el diálogo está en el corazón de la misión: la experiencia marroquí da testimonio de que “cristianos y musulmanes pueden vivir como hermanos”, subrayó, y describió la Iglesia de Marruecos como “pequeña” quizá por su número, pero auténtica, apasionante y apasionada gracias a sus miembros.