El Concilio Vaticano II y la Regla de la OFS de 1978, han aclarado el papel de los laicos en la Iglesia y en el mundo, recordando a todos los fieles de la misión bautismal a la que, sin ninguna exclusión, todos estamos convocados: “hechos partÃcipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristianoâ€
[1] . Y es en este contexto que todos los miembros de la Orden Franciscana Seglar en el dÃa de su profesión, están llamados a renovar las promesas bautismales para comprometerse a vivir el Evangelio en el mundo de acuerdo con el ejemplo y las enseñanzas de Cristo, inspirados por los
escritos de Francisco y siguiendo la
REGLA de la OFS
[2]. Por su condición secular, a los franciscanos seglares les compete, por tanto, testificar que el carisma y la espiritualidad franciscana lo han de vivir en los “diferentes aspectos de la vida, como la familia y el trabajo, en la alegrÃa y en el sufrimiento, con la presencia y la participación en la vida social, en la relación fraterna con todas las criaturas, hasta en el encuentro con todos los hombres, todos hermanos en el mismo Padre†(OFS GGCC art.12;).
El desafÃo generado por el rápido cambio y a veces por el deterioro de los valores morales y tradicionales de la familia y de la sociedad, debe comprometer a cada miembro de la OFS para vivir verdaderamente su identidad como secular franciscano, que debe estar arraigado en el Evangelio de Jesús que continuamente invita al testimonio más alto, visible y eficaz sin olvidar nunca que la misión confiada a cada bautizado, requiere una búsqueda continua del rostro de Dios en el hermano y en cada situación de la vida. Jesús nos recuerda esto, cuando dice que: “... Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber; era
un forastero y me acogiste, desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, encarcelado y has venido a vermeâ€. (Mt 25.35-36) En todas estas situaciones, la coherencia de la fe nos ayuda y nos empuja a ver a cada hombre como hermano, a amarlo como a nosotros mismos, en un respeto más profundo por el mandamiento evangélico del amor. Una ética de reciprocidad puede ayudar al hombre a encontrar soluciones permanentes a las muchas discriminaciones e indiferencias de nuestro tiempo. El mundo necesita ‘personas renovadas en el amor’ que no tengan miedo de ensuciarse las manos al servicio de los demás, personas que reconozcan que han sido llamadas no a existir para sà mismas, sino para Cristo y para el mundo.
Por lo tanto, los franciscanos seculares están llamados a “comprometerse a reflexionar sobre la fe en la Iglesia, en su misión en el mundo de hoy y en el papel de los laicos franciscanos en ella...†(ver OFS GGCC art.14.1
). Para no frustrar el compromiso de su misión en el mundo, todo miembro de la OFS nunca debe olvidar el hecho de que, aunque está llamado a vivir en un mundo ateo, herido por la indiferencia de la división y del individualismo, “el Bautismo no los quita del mundo, tal como lo señala el apóstol Pablo: “Hermanos, permanezca cada cual ante Dios en la condición en que se encontraba cuando fue llamadoâ€(1Cor 7, 24); sino que les confÃa una vocación que afecta precisamente a su situación intramundana. En efecto, los fieles laicos, “son llamados por Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santificación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espÃritu evangélico, y asà manifiesta a Cristo antes al demás, principalmente con el testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad.â€
[3]
Extracto del artÃculo escrito por el Fr. Pedro Zitha OFM.Â
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Koinonia 2020-2: “El franciscano seglar y el Emigranteâ€
N. 106
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[1] Christifideles Laici, 9.
[2] Cfr. OFS, Rito de la profesión de vida evangélica no. 31
[3] Christifideles Laici, 15