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Mensaje para el mes de Ramadán 2020

24 Abril 2020
A nuestros hermanos y hermanas musulmanes al rededor del mundo entero. As-salaamu ‘alaykum! ¡Que la paz sea con vosotros! En nombre de la Comisión Especial para el Diálogo con el Islam de la Orden de los Frailes Menores, me es muy grato reiterarles nuestros saludos en la celebración del mes santo del Ramadán. Este año nuestra carta les llega en un momento en que juntos estamos experimentando una gran tristeza y lucha en el mundo, mientras recordamos a muchas personas de todos los credos que han perdido la vida a causa del virus COVID-19 en los últimos meses, y a muchos más que están sufriendo enfermedades incluso ahora. Oramos con vosotros por los que han muerto - que Alá tenga misericordia de ellos - por los que lloran su muerte, y por la salud y el bienestar de todos. Además de reclamar las vidas de tantos y perturbar nuestras vidas diarias de trabajo, estudio y el cuidado de nuestras familias, también ha afectado dramáticamente la forma en que oramos y alabamos a Dios. En todo el mundo, los lugares sagrados están vacíos. En Jerusalén, las sinagogas, iglesias y mezquitas - en las que se invoca con frecuencia el nombre de Alá (al-Hajj 22.40) permanecen en silencio. En los dos santuarios de La Meca y Medina, el adhân sólo llama a los residentes locales a orar en lugar de a los creyentes de todo el mundo. En Roma, la plaza y la basílica de San Pedro permanecen cerradas a los peregrinos católicos y a los fieles cristianos. En las ciudades, pueblos y aldeas de todo el mundo, los creyentes no pueden orar como comunidad en sus lugares de culto debido al distanciamiento social y los bloqueos, impuestos por los gobiernos y los líderes religiosos para prevenir la propagación del virus. Esta situación se hace aún más difícil porque los días y este mes santos deben ser observados a puertas cerradas, contrariamente al espíritu de estas celebraciones. La comunidad cristiana de todo el mundo celebró la Semana Santa y la Pascua sin las liturgias tan ricas en símbolos que normalmente se esperan con deseo, sin las celebraciones comunitarias que nos recuerdan cómo caminar en el camino del Mesías Jesús (¡sobre él la paz!). Ahora vosotros estáis observando el mes del Ramadán de una manera igualmente simple y cruda. Es, de muchas maneras, la antítesis del Ramadán que tradicionalmente reúne a la gente en gran número para romper el ayuno diario con el iftar. Recuerdo de nuevo la celebración del Ramadán en El Cairo, Egipto, hace muchos años, cuando barrios enteros de la ciudad se preparaban con mesas para alimentar a los fieles, y de visitar las casas de amigos, una tras otra, durante toda la noche. Este año, tales prácticas son imposibles y están prohibidas por motivos de salud pública. Nosotros, en la familia franciscana, hermanos y hermanas, que hemos celebrado estos momentos con vosotros y con las comunidades musulmanas de todo el mundo, sentiremos también este año el vacío. Compartir iftar con vosotros en vuestros hogares y mezquitas nos ha permitido conoceros, no sólo como vecinos y compañeros en la construcción de la paz, sino como hermanos y hermanas, como hijos de Ibrahim (¡sobre él la paz!). Estas experiencias han enriquecido nuestras vidas de fe y oración. Aunque estamos físicamente separados de nuestras respectivas comunidades religiosas y de los unos de los otros, debemos animarnos mutuamente a pasar este tiempo en oración constante y profunda, recordándonos que  nuestro Dios nos llama a cada uno de nosotros a relacionarnos con Él a través de la oración, porque esta es la esencia de nuestras celebraciones religiosas. Recuerdo la tradición cristiana de que Jesús (¡sobre él la paz!) pasó cuarenta días solo en el desierto antes de comenzar a proclamar públicamente el Evangelio. Asimismo, sabemos que el profeta Mahoma (¡la paz sea con él!), solía vagar solo por las montañas y cuevas fuera de La Meca, y que recibió su primera revelación de Dios en una de esas ocasiones. Hombres y mujeres santos, cristianos y musulmanes, se han retirado a lo largo de los siglos en la soledad para estar a solas con Dios para que puedan escuchar la Palabra de Dios más claramente. Durante estos tiempos sagrados, Alá también nos llama a relacionarnos. Tanto la Santa Biblia como el Glorioso Corán nos dicen que estas relaciones deben ser expresadas con hechos justos, particularmente en el cuidado de los pobres y hambrientos. Aunque físicamente distantes unos de otros ahora, podemos permanecer unidos unos con otros en un espíritu de paz, justicia y amor, preocupándonos unos a otros en un mundo que a menudo parece descuidado e incluso cruel. Incluso en medio de esta pandemia, seguimos siendo dolorosamente conscientes de las dificultades que sufren los musulmanes y los cristianos en muchas partes del mundo simplemente porque son musulmanes o cristianos. La pandemia no ha hecho más que exacerbar estos males en países donde los musulmanes y los cristianos son minorías que sufren discriminación y persecución. Durante este tiempo de Pascua y en el mes del Ramadán, unámonos en nuestra fe en Dios que no nos abandona a las tinieblas y a la muerte, sino que nos envía sus santos profetas y nos revela sus Sagradas Escrituras para iluminar nuestros corazones y nuestras mentes, y nos asegura que Él traerá la vida de la muerte. Nuestras respectivas celebraciones de Pascua y Ramadán usan el símbolo de la luz para expresar esta fe. El fuego y la vela utilizados en la Vigilia pascual y la linterna del Ramadán (árabe, fanous) nos recuerdan la luz de la fe y la esperanza en medio de la oscuridad. Les deseamos un Ramadán bendito. ¡Ramadán Mubarak! ¡Ramadán Kareem!   Fr. Michael D. Calabria, OFM Asistente Especial para el Diálogo con el Islam Miembros de la Comisión para el Diálogo con el Islam Fr. Manuel Corullón, OFM Fr. Ferdinand Mercado, OFM Fr. Jamil Albert, OFM  
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Cartas y homilías
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