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San Buenaventura de Bagnoregio

15 de julio, Obispo y Doctor de la Iglesia

15 Julio 2024

Buenaventura nació en Bagnoregio, ciudad italiana al norte de Roma, hacia el año 1217. Su nombre de bautismo era Giovanni, como el de su padre, Giovanni Fidanza. De su infancia se sabe poco, sólo que fue curado de una grave enfermedad por intercesión de Sn. Francisco de Asís, como él mismo narra en el prólogo de la Legenda maior sancti Francisci. En 1236 se trasladó a París para completar sus estudios; en 1243, tras obtener el título de magister artium liberalium, tomó la decisión de convertirse en hermano menor, siendo destinado como miembro de la Provincia Romana y tomando el nombre religioso de Buenaventura. Entre los años 1243 y 1248, completó sus estudios teológicos bajo la dirección de Alejandro de Hales; tras su muerte en agosto de 1245, continuó sus estudios académicos con Oddo Rigaud y Guillermo de Melitona. En 1248 obtuvo el título de bacalarius biblicus ordinarius e inició a comentar los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. Entre los años 1250 y 1252, leyó y explicó las Sententiae como bacalarius sententiarus.

Hacia finales de 1253 o principios de 1254 se le concedió el título de magister, completando las Quaestiones disputatae de scientia Christi, a las cuales le siguieron las Quaestiones disputatae de mysterio Trinitatis. En 1254 fue nombrado magister regens ad schola fratrum, sin embargo, no fue reconocido magister cathedratus por las autoridades universitarias sino hasta octubre de 1257 junto con Fr. Tomás de Aquino de la Orden de los Predicadores. Para Buenaventura, estos años de estudio y enseñanza en París fueron muy prolíficos; sus exposiciones bíblicas Commentarius in librum Ecclesiastes, Commentarius in Evangelium S. Lucae y Commentarius in Evangelium Ioannis fueron escritas durante este periodo y terminadas antes de 1257. Entre 1254 y 1255 produjo De reducee artium ad theologiam, tras lo cual comenzó a trabajar en Breviloquium, obra que terminó en 1257.

El 2 de febrero de 1257, mientras se encontraba en París, fue elegido Ministro general durante el Capítulo celebrado en Roma, presidido por el papa Alejandro IV; tenía entonces unos 40 años. Una labor importante que Buenaventura inició, conforme al mandato recibido por parte del Capítulo General, fue la redacción de un cuerpo legislativo basado en los diversos reglamentos y dictámenes elaborados precedentemente en la Orden. Fue aprobada por el Capítulo General de Narbona en 1260, por esto es conocida como Constitutiones Generales Narbonenses, que ejercieron una gran influencia en la posterior legislación franciscana. En este Capítulo se le encomendó la tarea de escribir una nueva “leyenda” sobre San Francisco que completara los elementos que faltaban en las precedentes y que, de alguna manera, consiguiera unificar la profusa literatura que circulaba sobre él. Fue así como en el siguiente Capítulo General, celebrado en Pisa en el 1263 presentó a todos los hermanos allí reunidos la Legenda maior sancti Francisci y, posteriormente, su breve escrito, Legenda minor, destinado al uso litúrgico, que fueron aceptados y distribuidos inmediatamente en varias Provincias. Algunos estudiosos afirman que la aprobación de las mencionadas Constituciones Generales y la redacción de la Legenda maior constituyen los dos elementos fundamentales del programa bonaventuriano de reorganización de la vida de los menores tanto en el plano jurídico-institucional como en el hagiográfico-teológico.

Simultáneamente al gobierno de la Orden, Buenaventura desarrolló una importante actividad en el campo pastoral, caracterizada por el ejercicio de la predicación a través de numerosas homilías, dirigidas tanto a clérigos y religiosos como al pueblo en general. Es precisamente a través de las numerosas indicaciones cronológicas y geográficas que ofrecen sus Sermones como se puede conocer los numerosos viajes que tuvo que realizar en el transcurso de su servicio como Ministro general. En el año de 1257 viajó a la Umbría y, poco después, a Viterbo con el Papa Alejandro IV; en 1258 fue a París, desde donde viajó a Inglaterra para visitar a los frailes de Oxford y Lincoln; en julio de 1259 participó en el Capítulo de la Provincia de Francia en Saint-Omer; un mes después fue a Alemania y en octubre del mismo año ya estaba en el monte Alverna. El intenso trabajo que realizó provocó su progresivo reconocimiento a nivel eclesiástico, hasta el punto de que en 1265 el papa Clemente IV quiso nombrarle arzobispo de York.

Estas actividades no le impidieron continuar su producción literaria y mantener relaciones con la Universidad de París, ya que como magister cathedratus conservaba el derecho a leer, debatir y predicar. Fue así que entre el 1257 y 1260 escribe De triplici via, De perfezione vitae ad sorores, Tractatus de preparee ad missam, De quinque festivitatibus pueri Jesu, Soliloquium de quatuor mentalibus exercitiis, Itinerarium mentis in Deum, Lignum vitae. Algunos años después, al rededor del 1263 escribe Vitis mystica, Officium de passione Domini y el De regimine animae; durante el 1267 compones las Collationes de decem praeceptis y al año sucesivo las Collationes de septem donis Spiritus sancti.

El Papa Gregorio X pidió su colaboración en el 1272 para la preparación del II Concilio de Lyon, que debía tratar, entre otras cosas, de la situación interna de la Iglesia, de los problemas en Tierra Santa y de las relaciones con la Iglesia griega, con la cual se pretendía restablecer la unidad religiosa. El Sumo Pontífice encomendó entonces a Buenaventura organizar el envío de una delegación a Constantinopla para estrechar los lazos que se habían establecido con el emperador Miguel VIII Paleólogo. En consecuencia, el 25 de octubre de 1272, una comisión de tres frailes, bajo la dirección de Fr. Girolamo da Ascoli, se puso a preparar los detalles de la participación de una embajada griega en el Concilio.

Entre el 9 de abril y el 28 de mayo de 1273, pronunció sus últimas conferencias universitarias en el Studium franciscano de París, conocidas como Collationes in Hexaëmeron. No las pudo terminar, ya que el 28 de mayo recibió el anuncio de su nombramiento como cardenal obispo de Albano, por lo que tuvo que viajar a Florencia para entrevistarse con el Sumo Pontífice. El 11 o 12 de noviembre de ese año, en Lyon, fue consagrado cardenal por el papa Gregorio X junto con Pedro de Tarentaise, el primero de la Orden de Predicadores, que más tarde ascendería al trono petrino con el nombre de Inocencio V en 1276.

Durante la cuarta sesión del Concilio, en la mañana del 15 de julio de 1274, Buenaventura celebró su paso a la casa del Padre. 

En 1474, el Papa Sixto IV inició el proceso de canonización que concluyó con su proclamación como santo el 14 de abril de 1482. En la bula de canonización Superna caelestis patria, civitas Ierusalem ya se le designa Doctor de la Iglesia, pero es el Papa Sixto V quien le proclama oficialmente como tal con la bula Triumphantis Hierusalem de 1588.

El Papa Francisco, en la encíclica Laudato si', subraya la actualidad del pensamiento del Doctor Seráfico, no sólo porque es el autor franciscano más citado en ese documento, sino porque, aún hoy, tiene la capacidad de interrogarnos sobre nuestro modo de relacionarnos con Dios, con nosotros mismos, con el prójimo y con todas las criaturas. El Sumo Pontífice afirma: “Para los cristianos, creer en un solo Dios que es comunión trinitaria lleva a pensar que toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria. San Buenaventura llegó a decir que el ser humano, antes del pecado, podía descubrir cómo cada criatura «testifica que Dios es trino». El reflejo de la Trinidad se podía reconocer en la naturaleza «cuando ni ese libro era oscuro para el hombre ni el ojo del hombre se había enturbiado» El santo franciscano nos enseña que toda criatura lleva en sí una estructura propiamente trinitaria, tan real que podría ser espontáneamente contemplada si la mirada del ser humano no fuera limitada, oscura y frágil. Así nos indica el desafío de tratar de leer la realidad en clave trinitaria.” (Laudato si’ n. 239)

La celebración del 750º aniversario del tránsito de San Buenaventura nos ayude, como Familia Franciscana, a recuperar esa mirada contemplativa que nos permite leer los signos de los tiempos y descubrir en nuestra vida cotidiana el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Fr. Carlos Salto, OFM
Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Antonianum

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Santos Franciscanos
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