La lucha de los holandeses contra España para conseguir su independencia, que se prolongó de 1568 a 1648, fue esencialmente política, aunque de hecho también adquirió un motivo religioso, ya que durante siglos el rey de España se había autodenominado "Su Majestad Católica". De hecho, durante la segunda mitad del siglo XVI, se propagaron por los ricos y densamente poblados Países Bajos los predicadores seguidores de Lutero y Calvino, que hacia 1570 adquirieron progresivamente todo el poder, lo que se tradujo en amenazas y persecuciones contra los católicos.
Muchos holandeses, exiliados desde la época de las primeras victorias de España, se habían unido a aventureros y piratas sanguinarios para continuar la guerra en los mares contra España y la Iglesia Católica. Formaron el llamado partido de los "Gueux" (Gheusi o mendigos del mar), e iniciaron una lucha sin cuartel contra los sacerdotes y religiosos católicos, con devastaciones iconoclastas por todo Flandes.
Su líder era el conde Marck: el 1° de abril de 1572, sus conspiradores ocuparon las ciudades de Brielle y Vlissingen, entregándose al pillaje más bárbaro de iglesias, conventos e imágenes sagradas. Pocos de los católicos consiguieron salvarse. El 25 de junio del mismo año, cayeron también en sus manos las pequeñas ciudades de Dordrecht y Gorcum, que no eran grandes, aunque sí estaban densamente pobladas y se dedicaban a la pesca.
En cuanto se obtuvo la rendición, los rebeldes lo saquearon todo y capturaron a los refugiados, entre ellos a toda la comunidad de Frailes Menores, compuesta por nueve sacerdotes: Nicolás Pieck (Guardián), Jerónimo de Weert (Vicario), Teodorico van der Eel, Nicasio de Heeze, Willehad de Dinamarca (de noventa años y ya huido de la persecución de los luteranos en Dinamarca), Goffredo de Melveren, Antonio de Weert, Antonio de Hoornaert, Francisco de Roye, y dos frailes profesos, Pedro de Assche y Cornelio de Wijk Bij Duurstede. Otros dos hermanos fueron arrestados con ellos, pero cedieron a la abjuración, así como un canónigo regular de San Agustín, un padre dominico que había venido a administrar los sacramentos a los prisioneros, y tres sacerdotes seculares.
Del 26 de junio al 6 de julio de 1572, los prisioneros permanecieron en Gorcum sometidos a malos tratos. Los intentos de los católicos por liberarlos fueron en vano. Tras ser torturados de nuevo, la noche del 9 de julio los sacaron de la ciudad y en un gran granero, que servía de almacén de leña, los colgaron de dos vigas. Sus cuerpos horriblemente mutilados fueron enterrados en el lugar de su martirio, que sigue siendo destino de peregrinaciones y procesiones. En 1618, sus reliquias fueron trasladadas a la iglesia franciscana de Bruselas.
Los mártires de Gorcum fueron beatificados por Clemente X en 1675 y canonizados por el Beato Pío IX el 29 de junio de 1867.
San Nicolás Pieck, nacido en Gorcum en 1543, consiguió convertir a muchos herejes y fortalecer la débil fe de muchos católicos. Estimado y venerado por todos, fue nombrado guardián del convento de Gorcum, que transformó en un cenáculo de observancia y santidad. Se distinguió por su pureza de alma y su candor angélico de conciencia, reflejo de su amor a la Eucaristía y de su tierna devoción a Nuestra Señora, a la que ofrecía diariamente oraciones y sacrificios especiales. Su amistad con el santo párroco P. Leonard Wechel, con quien también compartiría su martirio, le valió mucho.
Frente a las adulaciones de los perseguidores, que esperaban doblegarlo a la herejía, permaneció fiel a su puesto.
Cf. Frati Minori Santi e Beati (Frailes Menores Santos y Beatos), a cura di Fr. Silvano Bracci, OFM e Sr. Antonietta Pozzebon, FMSC. Editrice Velar, 2009, pp. 239-246
