El 8 de abril celebré la solemnidad de la Anunciación del Señor durante el encuentro de Ministros, Custodios, Secretarios de Formación, Evangelización y Animadores de JPIC de las dos Conferencias de Asia y Oceanía, junto con el Definitorio general y los Secretarios y Animadores de la Curia general. Mientras contemplábamos juntos el presente y el futuro de nuestra Orden en estos dos continentes, y después de haber visitado algunas Entidades que se caracterizan por el lugar y las condiciones en que viven, una palabra de las Escrituras resonó poderosamente en mi interior aquel día.
“Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles; si el Señor no custodia la ciudad en vano vigila el centinela” (Sal 127,1); y de nuevo: “Y el Señor te ha anunciado que él mismo te hará una casa”.
Cuántas veces nos preguntamos - ¡y cuánto más se pregunta el Ministro general! - “¿Hacia dónde va la Orden? ¿Qué orientaciones nos das para el futuro? ¿Qué debemos hacer en este cambio de época?”. Confieso que no tengo una palabra adecuada para todos los hermanos dispersos por el mundo en países, culturas, historias y condiciones tan diferentes. Esta pregunta me da una sensación de vacío y me hace sentir muy pequeño. Sin embargo, no me parece oportuno dar respuestas obvias.
Por eso, orando con estos pasajes de la Palabra de Dios, traté de reconocer dónde está ya el Señor construyendo su casa entre nosotros.
Pienso en los numerosos gérmenes de bondad y de perdón entre los hermanos; en la tensión evangélica que no se desvanece entre nosotros; en las vocaciones misioneras; en los que siguen uniéndose a nosotros; y en los hermanos ancianos que dan testimonio de una vida transcurrida con alegría. Pienso en los hermanos que viven en zonas de guerra, marcadas por la violencia y una gran pobreza, y permanecen cerca de la gente. Pienso también en los frailes en dificultad y a veces alejados de la fraternidad, porque intento escuchar también de ellos el gemido del Espíritu. Pienso en los hermanos enfermos, que atraviesan un momento decisivo de conversión y de encuentro con el Señor. Pienso en nuestras realidades en crecimiento y en las que están disminuyendo y mueren, ambas testigos del misterio pascual de Cristo, en el que todo vive.
En estos signos vive el carisma, crece la comunión, se libera la misión. Los Capítulos de las Esteras en muchas Entidades están recolectando estos signos, y todo confluirá en el Capítulo de las Esteras del 2025 en Santa María de los Ángeles, donde estoy seguro que recibiremos palabras importantes para nuestro presente y nuestro futuro, también gracias a las voces de los laicos y laicas, y de los religiosos y religiosas franciscanos y de los consagrados y consagradas.
Sé que el Señor construye esta casa suya que es nuestra Fraternidad. Nos pide que sigamos colaborando con Él, entre nosotros, con las personas de buena voluntad.
¡No tengamos miedo; en este camino el Espíritu del Resucitado nos inspira y nos acompaña!